Lo más importante de todo, según este misionero, es ser valiente y luchar por lo que uno quiere; nada te lo va a impedir ya que, por ejemplo, él se ordenó sacerdote aun sabiendo que posiblemente no le quedaría mucho tiempo de vida. Ésto se debió a que siempre había querido hacer el bien y encontró la forma perfecta de hacerlo: a través de Dios. Por ello, su sentido de la vida era ser misionero, es decir, dar su vida por aquellos que no tienen nada y anunciar el amor de Dios.
Los pilares que fundamentaban su fe eran: el amor puro de Dios, integrado en la Eucaristía donde Él se reparte; y en el compartir con sus hermanos, incluso en los momentos de dolor. Ildefonso enfatizaba en repetidas ocasiones que Dios era el mejor regalo que le habían dado y que, mediante los votos perpetuos, pudo declarar su amor y entregarse a Dios.
Por último, recalcar la especial mención que hizo en relación a que es mejor que las personas sean conscientes de su enfermedad para que pueden vivir con ella. Aunque, como mencioné con anterioridad y como él mismo dijo: "El cáncer no puedo conmigo como persona, pero sí puede matarme físicamente".
Sinceramente, es uno de los testimonios de esperanza y de valentía que más me han impacto desde la primera vez que lo vi. Como Ildefonso dijo, seguiré luchando por aquello que quiero a pesar de todo lo que pueda pasarme.
Ana Isabel de Luis
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